AMADO VA AL DENTISTA
Hoy Amado va a ir al dentista. A la fuerza, claro, qué
remedio.
Cada vez que se le afloja un diente de leche, su mamá se lo
ata con un hilo y de un tirón, ¡zas!, afuera, sin dolor ni sangre ni nada. Y
queda el sitio listo para que se coloque el nuevo diente.
Pero resulta que le está saliendo un diente nuevo antes de
que se afloje el de leche, y hay que sacar éste.
-Prepárate – le dice Angelito, su hermano mayor, para
asustarlo- ¡Te va a coger el diente con unas tenazas y tirará con todas sus
fuerzas...vas a chillar como un ratón en un cepo!!
-No le hagas caso –interviene Mamá- lo dice para meterte
miedo. Si los dientes de leche no duelen nada.
-Además, que te ponen un algodón con una anestesia y te
duerme la encía y ni te enteras- explica su hermana Anita.
-Ya verás, ya –insiste Angelito-
A la hora de acostarse, Mamá le arropa, como siempre, y le
tranquiliza con la cancioncilla de dormirse:
Cuatro esquinitas
tiene mi cama;
cuatro angelitos
que me la guardan.
Y también:
Jesusito de mi vida
eres niño como yo,
por eso te quiero tanto
y te doy mi corazón.
Tóma-ló, to-ma-ló:
tuyo-es, mí-o-nó.
De todos modos, no habría conciliado el sueño Amado si no
hubiese tenido mamá la previsión de hacerle beber una infusión de tila.
Pero despertó antes de lo acostumbrado, y todavía medio
dormido se imaginaba unos alicates agarrando su dientecillo y tirando y
tirando...
Angelito disfruta metiendole más miedo:
-Y seguro que te sacan más de un diente, una vez que vas,
ese Dentista es capaz de sacarte todos los que faltan por caerte, vas a venir
echo un coladero.
-Mentiroso. Que sólo me van a sacar uno. Y no tengo miedo
-Que va, miedo tu? Tú lo que tienes es pánico, y cuando veas
las tenazas, terror es lo que vas a tener.
-Mamá, mamá, mira lo que me dice Angelito, dile que se
calle.
Mamá viene para sacarlo de la cama, que ya es hora.
-Venga, ve a hacer pis y a lavarte, que es tarde.
-¿Y Angelito qué?
-¡Yo no tengo dentistaaaa!!!
-No, pero espabila también, que tienes mucho trabajo que
hacer antes de ir al colegio, venga.
Y viendo que Amado está aguantándose las ganas de hacer pis
por no levantarse, le canta:
Por la mañanita
cuando me levanto
tengo la colita
más dura que un canto
Amado se echa a reir y sale corriendo a hacer pis.
Hoy no le apetece ni la riquísima nata de la leche de la
Coca, que siempre recoge a cucharadas flotando en la taza para comerla bien
azucarada.
Mamá le coge de la mano y lo lleva afuera, que ya va siendo
tarde –si no quieres comer, ya comerás luego más-
Angelito está terminando de sujetar los cántaros de la leche
de La Coca a los lomos de El Tenorio.
Amado le da los buenos días a la vaquita palmeándole los
duros pero suaves mofletes, y ella mueve la cabeza contenta.
Anita viene del gallinero, por qué vendrá siempre cantando
cuando va a por huevos...
“El patio de mi casa,
es particular,
cuando llueve se moja,
como los demás”
Aún es muy temprano por la mañana, que el plan es que Mamá
vaya dejando la leche en las casas del pueblo que se la compran y luego vaya al
Dentista con Amado mientras el burrito regresa sólo a la casa, para que monten
Angelito y Anita y vayan a la Escuela.
Comerán todos en la Panadería Escudero, como hacen los niños
a diario, y Mamá quedará toda la tarde haciendo recados hasta que salgan los
niños y todos juntos volverán a casa. Ese es el plan. No va a salir así, como
veremos.
El perro León sale a despedir a Amado cuando éste y su Mamá
montan en el burrito y se van. El niño mira para atrás pensando –si viniera mi
León, el dentista no se atrevería a hacerme daño!!
-Ay, Tenorio, vete despacito, burrito mío, que no quiero
llegar nunca- va pensando Amado, con más miedo del que nunca pensó que se podía
tener, pero sí que se podía, sí.
-Cuando entran en Toro pasando por la puerta de la muralla,
Amado se imagina que es una gran boca, y las casas del pueblo los dientes, y la
boca es suya...ay, qué miedo, mamá.
Van repartiendo la leche, no se bebe mejor en el pueblo.
-¿Y cómo es que traes al niño hoy?
-Al dentista. Amado va al dentista.
-¿No tienes miedo?
-No tiene poco, así que no le metas más, mujer.
-Al cabo de una hora, que a él le ha parecido un minuto, ya
están subiendo las escaleras de la consulta.
Anda, resulta que hay otro niño esperando. De su edad.
Sentado junto a su mamá, sin decir nada, seguro que con el miedo en el cuerpo
también.
Al poco rato parece cada uno el espejo del otro, sentados en
bancos enfrentados, aferrados al brazo de sus mamás, y con una cara más blanca
que la cera blanca.
Pasa un siglo.
Se abre la puerta.
¡El Dentista!
Los niños tiemblan.
-A ver, el primero ¿quién es el más valiente?
La otra mamá se levanta agarrando al asustado niño de la
mano, que tira para atrás.
-¿No le ha explicado lo del algodón?
-Sí, que se lo ponen en la boca mojado con un producto para
que no duela nada..
-Claro, hombre, pasa y verás como no es para tanto. ¿o
quieres pasar tú antes?
Amado tiembla como un garabullo
-No, no, están ellos antes –dice Mamá, “gracias, mami”- no
tengo prisa. Además, así ya ve Amado cuando salga ese tan campante que no hay por
qué tener miedo.
Hale, allá entra el niño arrastras en la consulta.
Hay un instante de calma total. El silencio es tanto que si
una mariposa moviese una antena se escucharía.
Y de repente....
-¡Ayyyy!
Amado se asusta y tiembla
-¡Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy!
Un grito agudísimo como el de un gato herido y larguísimo
como una serpiente larguísima sale de la consulta, sin necesidad de abrir la
puerta, y salta como chicharra de pared en pared
-¡Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy!
El grito se cuela por un oído de Amado y sale por el otro
dejando su cabeza vibrando como cuerda de guitarra.
-....yyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy!!!!!!!!!!!!!!!
Las piernas de Amado se disparan como si fuesen un muelle de
saltarín de circo, se suelta del brazo de Mamá y corre hacia la salida y baja
las escaleras a la velocidad del rayo, adelantando al lastimero grito, que iba
a la velocidad del sonido, claro.
Cuando su Mamá reacciona y se asoma por la ventana, ya ve al
niño saliendo por la puerta de la muralla, no podía imaginarse que podía correr
tan deprisa el chiquillo. Lo ve enfilar el camino que lleva directo a la finca,
así que no se preocupa. Lo malo es que tendré que traerlo mañana otra vez.
Amado corre y corre y corre, el camino se va empinando y sus
piernas ya no pueden correr tan deprisa, ya se van parando...
Va mirando para el suelo, y está a punto de chocar con la
grupa de El Tenorio, que volvía solito para casa, como siempre.
Amado se agarra a la cola del Tenorio, que se para extrañado
de verlo allí.
Poco después llega a la finca, sale a recibirlo El León y el
niño se deja caer agotado del burrito y se abraza al perrito, que lo lame, se
acuesta en el suelo y deja que Amado se acurruque sobre su barriguita de oso.
Lo mejor de todo es el final: Resulta que el diente se le
cayó sólo con tanto correr, resulta que lo encontró Mamá al volver llevando las
riendas del Tenorio, estaba brillando allí todo blanco en medio de la amarilla
senda.
Cuando fue a acostarlo, se lo enseñó y lo pusieron bajo la
almohada y se estuvieron riendo todos un buen rato, pero a Amado no le importó:
tampoco había sido tan caguicas, como decía siempre Angelito, pues sí que había
salido corriendo del dentista por el grito del otro niño, pero no había tenido
miedo ninguno a ir corriendo el sólo a casa, y con lo lejos que está. De
miedicas, nada. ¡Pero los alicates del dentista no quería ni verlos!!
y esa noche durmió de un tirón y al despertar, claro, en vez
del diente, bajo la almohada había una peseta de recompensa del Ratoncito Pérez.
Y colorín, colorado, esta historia, que no es cuento, se ha
terminado