martes, 1 de enero de 2013

EL JILGUERO


EL JILGUERO

 (No-cre-as-que- por........que-canto
tengo-el-co-ra-zón.......a-le-greeeee,
que-soy-como-el-pa.......ja-ri-llo,
que-si-no-canta..............se-muereeeee)

No, no es éste mi cantar, ni quiero, 
porque de mi jilguero, 
siempre era alegre el trinar

El jilguero de Amado es el más bonito del mundo: sus siete colores brillan como arcoiris de pluma.

Además, el jilguero de Amado canta sin cesar y canta que es un primor. Oírle alegra la mañana, cuando los niños despiertan par ir al colegio y les recibe cantando cuando regresan, al caer la tarde.

Si es festivo, mientras ellos juegan, su trinar por entre las hojas de la higuera baja y parece que es mismo sol, sus rayos como guitarra.

El jilguero no sabe, y Amado tampoco, que hoy una aventura tendrán que nunca van a olvidar.
Por eso hoy, muchos años después, os la puedo contar.

Es un día del caluroso mes de julio en Castilla, y su hermano, un mozo mucho mayor, va a cazar jilgueros al río. Amado corre detrás

-Espera, Angelito, espérame, que yo también voy
-No, no, que los espantarás.
-No los espanto, que ya soy mayor.

El otro día, Amado cumplió los 4 años. Ya hace por lo menos dos que sabe andar solo por la extensa finca, sin perderse, y que sabe cazar lagartijas y trepar a los árboles a coger fruta. Pero su hermano mayor siempre dice que es pequeño. Así que hoy Amado intenta convencerle con eso de que ya tiene 4 años, porque los mayores le dan mucha importancia a eso de cumplir años, aunque él no notó nada especial al cumplirlos.

El caso es que da resultado:

-Anda, vente, pero como me espantes alguno, no vuelves. Y no te arrimes al río, que no sabes nadar.
-Sí que sé. Pero no me arrimaré al río, para que estés tranquilo.
-Pues corre, que ya es la hora.

Angelito, el hermano mayor, lleva al hombro la mochila con todo lo necesario para la caza, y en una mano, la jaula con el jilguero. Que ahora no canta, con tanto ajetreo.

-Déjame llevar al jilguero
-No, que se te cae
-Que no me cae, que ya soy mayor
-Vale, pero como se te caiga, no vuelves.  Y no andes a los golpes conla jaula, que luego no canta.
-Vale, tio. Pero no corras tanto, que soy pequeño.
-¡Ajá, lo que yo digo!
-Que no, digo pequeño de piernas,¡ pero soy mayor!!


Cerca del río, hay un zarzal, que ya está lleno de moras, aunque todavía no son negras, para eso falta un mes. Después, será un ¡¡“moralzarzal”!!

Allí se detienen. Angelito saca las cosas de la mochila, extiende por encima de las zarzas los hilos de “lija”, pegajosos, que él maneja con destreza y que no deje que Amado toque, porque sabe que se le pegaría en los dedos.

Luego, en un claro entre las zarzas, coloca la jaula con el jilguero.

-Ahora hay que esperar. Tú quédate aquí mismo, escondido detrás del árbol, ni se te ocurra moverte. Yo iré por el otro lado del río, para ir levantando los pájaros.
-Y qué hago yo. Yo quiero hacer algo.
-Tu vigilas ahí la jaula, que no venga ningún bicho, y háblale al jilguerillo, que al ver que estás cerca, perderá el miedo y cantará.


Amado piensa que todo eso es nada, porque el jilguero siempre canta, y encerrado en la jaula tampoco le pueden hacer nada los bichos, así que él quería hacer algo de verdad, pero cualquiera desobedece a Angelito, es capaz de mandarlo a casa con una bofetada encima.
Pasan los minutos y el jilguero no canta. Amado piensa que debe ser por el golpe que le dio a la jaula sin querer cuando venían, menos mal que no se enteró su hermano.
Así que se asoma y le habla despacito
-Jilguero, jilguerito, que soy yo, que estoy aquí contigo, que no pasa nada, que hemos venido a pasear
Casualidad o no, el jilguerillo empezó a cantar. Yo creo que no fue casualidad, claro que no. Lo que pasó es que vio a Amado y se tranquilizó y cantó de alegría, como hace siempre mientras Amado juega en la finca.
Amado entonces piensa que está haciendo algo. Que si no fuese por él, el jilguero no cantaría tan alto y tan bien. Seguro que le oyen todos los jilgueros de la ribera.

Angelito, mientras, va andando despacio por la otra orilla, para levantar, pero sin asustar, a los pajarillos que, una vez en el aire, escucharán mejor el trino del jilguero y acudirán, pensando que hay un intruso.

¿Que para qué quiere Angelito cazar jilgueros?. Para venderlos, naturalmente. Los jilgueros se adaptan muy bien a vivir en la jaula, y antes de la moda de los canarios, eran muy apreciados en los pueblos de España. Y siguen siéndolo, lo que pasa es que ahora está prohibido cazarlos, para que no se extinga la especie en el campo.

Pero en los días de nuestro cuento (que no es un cuento), había muy pocos  cazadores de jilgueros, y no había peligro de extinción. Y ya digo que los jilgueros viven contentos en la jaula.

El caso es que de repente, Amado deja de escuchar el trino del jilguero. Se asoma a ver qué pasa, pero nada, no ve nada raro. No se da cuenta de que por el cielo vuela, acechando, un aguilucho.

-Canta, jilguero, canta –susurra el niño- ¿por qué no cantas? Anda, canta, que Angelito va a pensar que te molesto y no me dejará venir más veces, y luego estarás solo. Canta, que no pasa nada.

Pero el jilguero sabe que sí que pasa algo. Siente el peligro, ve al aguilucho, que sobrevuela en círculos sin ver a Amado detrás del árbol, sólo divisa un jilguero, sabrosa presa, entre las zarzas.
Amado no ve cómo el aguilucho amplía el círculo de su trayectoria, para observar el campo, y entonces emprende el descenso, vertiginoso, y el brusco picado llama la atención de Angelito que, atónito, observa impotente el ataque. Su grito atraviesa la distancia más rápido que el gavilán y llega a los oídos de Amado:

-¡Corre, Amado, corre! ¡Que el gavilán se come al jilguero!¡Corre, Corre, corre!!!

El terror del grito se le mete entre las sienes a Amado, que de un brinco sale del escondite justo cuando el gavilán aterriza junto a la jaula.


El jilguero recula contra los barrotes del fondo, el gavilán da un saltito encima de la jaula y lanza las garras, que no llegan por poco, pero la jaula se inclina con su peso hacia el gavilán, y el pajarillo cae hacia sus garras.
Como en los cuentos, pero esto no es cuento, justo cuando el gavilán va a hacer presa, cae Amado de bruces, que ha tropezado en su frenética carrera, palo en mano, y el palo no golpea a la rapaz por los pelos, digo por las plumas, que alguna pierde antes de escapar como vino, volando, y allí quedaron mezcladas con las que también perdió el jilguero.
Amado queda magullado, la rodilla herida, el brazo también, la cara sucia de tierra, los ojos también...

-¡Bien hecho, Amado! Has salvado al jilguero, si no es por ti, el aguilucho le mata. ¡Bien hecho!¡Muy bien!

Jó, que susto, qué miedo, qué nervios, qué emoción... y qué alegría siente Amado por haber sido el héroe de la aventura

-Ya te decía yo siempre que soy mayor, y nunca me querías llevar contigo
-Pues desde ahora, vendrás siempre, que eres un valiente. Casi te matas tú, pero salvaste a nuestro jilguero.

Aquélla noche de luna llena, antes de irse a dormir, Amado contaba una y otra vez a sus padres y hermanos cómo cogió el palo a la carrera, cómo volaba más que corría, con el palo en la mano, hacia la jaula, y cómo no le rompió la crisma al gavilán por culpa del tropezón, pero llegó a tiempo y salvó al jilguero que tanto quieren todos, y todos le aplauden y felicitan y llenan de besos.
Aquélla noche de  luna llena de julio, soñó Amado que era gavilán que volaba a luchar y a vencer al aguilucho.

Y desde entonces, cuando escuchaba cantar al jilguero, cantaba su corazón de alegría, y se decía:


“Si no fuese por mí, ya no cantaría


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