EL JILGUERO
(No-cre-as-que-
por........que-canto
tengo-el-co-ra-zón.......a-le-greeeee,
que-soy-como-el-pa.......ja-ri-llo,
que-si-no-canta..............se-muereeeee)
No, no es éste mi cantar, ni quiero,
porque de mi jilguero,
siempre era alegre el trinar
porque de mi jilguero,
siempre era alegre el trinar
El jilguero de Amado es el más bonito del
mundo: sus siete colores brillan como arcoiris de pluma.
Además, el jilguero de Amado canta sin cesar y
canta que es un primor. Oírle alegra la mañana, cuando los niños despiertan par
ir al colegio y les recibe cantando cuando regresan, al caer la tarde.
Si es festivo, mientras ellos juegan, su
trinar por entre las hojas de la higuera baja y parece que es mismo sol, sus
rayos como guitarra.
El jilguero no sabe, y Amado tampoco, que hoy
una aventura tendrán que nunca van a olvidar.
Por eso hoy, muchos años después, os la puedo
contar.
Es un día del caluroso mes de julio en
Castilla, y su hermano, un mozo mucho mayor, va a cazar jilgueros al río. Amado
corre detrás
-Espera, Angelito, espérame, que yo también voy
-No, no, que los espantarás.
-No los espanto, que ya soy mayor.
El otro día, Amado cumplió los 4 años. Ya hace
por lo menos dos que sabe andar solo por la extensa finca, sin perderse, y que
sabe cazar lagartijas y trepar a los árboles a coger fruta. Pero su hermano
mayor siempre dice que es pequeño. Así que hoy Amado intenta convencerle con
eso de que ya tiene 4 años, porque los mayores le dan mucha importancia a eso
de cumplir años, aunque él no notó nada especial al cumplirlos.
El caso es que da resultado:
-Anda, vente, pero como me espantes alguno, no
vuelves. Y no te arrimes al río, que no sabes nadar.
-Sí que sé. Pero no me arrimaré al río, para
que estés tranquilo.
-Pues corre, que ya es la hora.
Angelito, el hermano mayor, lleva al hombro la
mochila con todo lo necesario para la caza, y en una mano, la jaula con el
jilguero. Que ahora no canta, con tanto ajetreo.
-Déjame llevar al jilguero
-No, que se te cae
-Que no me cae, que ya soy mayor
-Vale, pero como se te caiga, no
vuelves. Y no andes a los
golpes conla jaula, que luego no canta.
-Vale, tio. Pero no corras tanto, que soy
pequeño.
-¡Ajá, lo que yo digo!
-Que no, digo pequeño de piernas,¡ pero soy
mayor!!
Cerca del río, hay un zarzal, que ya está
lleno de moras, aunque todavía no son negras, para eso falta un mes. Después,
será un ¡¡“moralzarzal”!!
Allí se detienen. Angelito saca las cosas de
la mochila, extiende por encima de las zarzas los hilos de “lija”, pegajosos,
que él maneja con destreza y que no deje que Amado toque, porque sabe que se le
pegaría en los dedos.
Luego, en un claro entre las zarzas, coloca la
jaula con el jilguero.
-Ahora hay que esperar. Tú quédate aquí mismo,
escondido detrás del árbol, ni se te ocurra moverte. Yo iré por el otro lado
del río, para ir levantando los pájaros.
-Y qué hago yo. Yo quiero hacer algo.
-Tu vigilas ahí la jaula, que no venga ningún
bicho, y háblale al jilguerillo, que al ver que estás cerca, perderá el miedo y
cantará.
Amado piensa que todo eso es nada, porque el
jilguero siempre canta, y encerrado en la jaula tampoco le pueden hacer nada
los bichos, así que él quería hacer algo de verdad, pero cualquiera desobedece
a Angelito, es capaz de mandarlo a casa con una bofetada encima.
Pasan los minutos y el jilguero no canta.
Amado piensa que debe ser por el golpe que le dio a la jaula sin querer cuando
venían, menos mal que no se enteró su hermano.
Así que se asoma y le habla despacito
-Jilguero, jilguerito, que soy yo, que estoy
aquí contigo, que no pasa nada, que hemos venido a pasear
Casualidad o no, el jilguerillo empezó a
cantar. Yo creo que no fue casualidad, claro que no. Lo que pasó es que vio a
Amado y se tranquilizó y cantó de alegría, como hace siempre mientras Amado
juega en la finca.
Amado entonces piensa que está haciendo algo.
Que si no fuese por él, el jilguero no cantaría tan alto y tan bien. Seguro que
le oyen todos los jilgueros de la ribera.
Angelito, mientras, va andando despacio por la
otra orilla, para levantar, pero sin asustar, a los pajarillos que, una vez en
el aire, escucharán mejor el trino del jilguero y acudirán, pensando que hay un
intruso.
¿Que para qué quiere
Angelito cazar jilgueros?. Para venderlos, naturalmente. Los jilgueros se
adaptan muy bien a vivir en la jaula, y antes de la moda de los canarios, eran
muy apreciados en los pueblos de España. Y siguen siéndolo, lo que pasa es que
ahora está prohibido cazarlos, para que no se extinga la especie en el campo.
Pero en los días de nuestro cuento (que no es
un cuento), había muy pocos cazadores
de jilgueros, y no había peligro de extinción. Y ya digo que los jilgueros
viven contentos en la jaula.
El caso es que de
repente, Amado deja de escuchar el trino del jilguero. Se asoma a ver qué pasa,
pero nada, no ve nada raro. No se da cuenta de que por el cielo vuela,
acechando, un aguilucho.
-Canta, jilguero, canta –susurra el niño- ¿por
qué no cantas? Anda, canta, que Angelito va a pensar que te molesto y no me
dejará venir más veces, y luego estarás solo. Canta, que no pasa nada.
Pero el jilguero sabe
que sí que pasa algo. Siente el peligro, ve al aguilucho, que sobrevuela en
círculos sin ver a Amado detrás del árbol, sólo divisa un jilguero, sabrosa
presa, entre las zarzas.
Amado no ve cómo el
aguilucho amplía el círculo de su trayectoria, para observar el campo, y
entonces emprende el descenso, vertiginoso, y el brusco picado llama la
atención de Angelito que, atónito, observa impotente el ataque. Su grito
atraviesa la distancia más rápido que el gavilán y llega a los oídos de Amado:
-¡Corre, Amado, corre! ¡Que el gavilán se come
al jilguero!¡Corre, Corre, corre!!!
El terror del grito se
le mete entre las sienes a Amado, que de un brinco sale del escondite justo
cuando el gavilán aterriza junto a la jaula.
El jilguero recula
contra los barrotes del fondo, el gavilán da un saltito encima de la jaula y
lanza las garras, que no llegan por poco, pero la jaula se inclina con su peso
hacia el gavilán, y el pajarillo cae hacia sus garras.
Como en los cuentos,
pero esto no es cuento, justo cuando el gavilán va a hacer presa, cae Amado de
bruces, que ha tropezado en su frenética carrera, palo en mano, y el palo no
golpea a la rapaz por los pelos, digo por las plumas, que alguna pierde antes
de escapar como vino, volando, y allí quedaron mezcladas con las que también
perdió el jilguero.
Amado queda magullado,
la rodilla herida, el brazo también, la cara sucia de tierra, los ojos
también...
-¡Bien hecho, Amado! Has salvado al jilguero,
si no es por ti, el aguilucho le mata. ¡Bien hecho!¡Muy bien!
Jó, que susto, qué
miedo, qué nervios, qué emoción... y qué alegría siente Amado por haber sido el
héroe de la aventura
-Ya te decía yo siempre que soy mayor, y nunca
me querías llevar contigo
-Pues desde ahora, vendrás siempre, que eres
un valiente. Casi te matas tú, pero salvaste a nuestro jilguero.
Aquélla noche de luna
llena, antes de irse a dormir, Amado contaba una y otra vez a sus padres y
hermanos cómo cogió el palo a la carrera, cómo volaba más que corría, con el
palo en la mano, hacia la jaula, y cómo no le rompió la crisma al gavilán por
culpa del tropezón, pero llegó a tiempo y salvó al jilguero que tanto quieren
todos, y todos le aplauden y felicitan y llenan de besos.
Aquélla noche de luna llena de julio, soñó Amado que
era gavilán que volaba a luchar y a vencer al aguilucho.
Y desde entonces, cuando escuchaba cantar al
jilguero, cantaba su corazón de alegría, y se decía:
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