¿Sabéis que mi burrito fue el
de Sancho Panza? ¿Queréis que os lo cuentes?
Veréis...
En el pueblo, que era Toro, se celebra una gran cabalgata el
día de la Fiesta.
Y resulta que aquél año, la carroza más grande y bonita era la
de Don Quijote y Sancho: los personajes eran de verdad, pero los animales
(Rocinante y el rucio) eran de cartón piedra.
Bueno, pues el día anterior al desfile aparecen en la finca
donde viviamos los encargados de esa carroza: que se les había roto el burrito
de Sancho Panza, y que no tenían tiempo de arreglarlo, y como ellos sabían que
teníamos nosotros un burrito muy bueno, que si sería posible que se lo
dejásemos, si no se espantaba, vamos, que ellos lo sujetarían muy bien en la
camioneta para que no se cayese.
TENORIO era mi burrito. Era un burrito precioso, plateado como
Platero, un burrito muy famoso, pero imaginario. Tenorio era de verdad, suave,
alegre pero siempre atento y responsable de lo que hacía.
Y si vierais cuánto nos queríamos Tenorio y yo.
Cuando tiraba del trillo en la era y yo me subía encima, él se
daba cuenta y caminaba más despacio, sin tirones, para que yo fuese más seguro.
Y miraba de vez en cuando para atrás, para mirarme y creo que sonreía cuando yo
le decía: “corre, Tenorio, corre”.
También íbamos a vender la leche de la Coca, la vaquita que
daba la mejor leche del mundo (otro día, os hablaré de la Coca). Mi mamá me
subía al burrito y le cogía las riendas. Anda que no iba contento Tenorio
mientras yo jugaba con sus orejotas y le acariciaba el fuerte cuello y le
tiraba de la encaracolada crin, que parecía un tirabuzón suave.
Y el Tenorio era nuestro transporte escolar también. Sí, sí:
montados en él íbamos los tres hermanos a la escuela (¡tres en un burro,
jajaja!), a tres kilómetros de distancia, o sea, como seis veces la distancia a
vuestro colegio. Angelito, el mayor, iba delante, llevando las riendas. Anita
iba en el medio, el mejor sitio y yo iba sentado en la grupa, porque que era el
más pequeño de los tres. Tenorio se daba cuenta y caminaba plano, sin prisa...
Pero estábamos con la carroza: Mi padre les dijo que no se
preocupasen, que Tenorio sería el rocín de Sancho Panza, que podían estar
tranquilos, porque no se espantaría. Y que no se les ocurriese atarlo.
Y allí estaba yo para ver el
desfile, en primera línea, más nervioso que un flan, con miedo a que pasase
algo con mi burrito.
Ahí viene, ya se acerca, veo
la camioneta, ya se ve la lanza de Don Quijote, que viene montado en su
Rocinante de cartón... ¡aquí está Tenorio! Miradlo que firme y quieto que va,
pero si está inmóvil, si hasta también parece de cartón,
-¡se mueve menos que el caballo! dice la gente
-¿pero es de verdad? preguntan algunos,
-¡sí, sí, es Tenorio, es mi burrito!, gritaba yo
-¡Sí que es bonito ese burro!
-¡Viva Tenorio!
“Sancho Panza“iba de pie, cogido a las riendas de Tenorio, y
temblando del miedo que tenía a que el rucio se espantase, pero de eso nada,
que mi burrito no se espantaba.
Corrí detrás de la “carroza” y cuando terminó el desfile, me
colgué del cuello de Tenorio y él se reía contento de verme contento a mí.
¿Veis como era verdad?: El burrito de Sancho Panza fue
Tenorio, mi burrito.
Os ha gustado este cuento que no es un cuento, que fue de
verdad?
Pues también tenía un perrito que era un león...
Pero el cuento de León queda
para otro día, ¿vale?
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