LA COCA DE PABLO
La vaquita más buena del mundo, La Coca.
Cuando Amado dejó de mamar, no dejó de beber leche, que
va.
Bebía la de La Coca. Era una vaquita iguaita que la que nos ha pintado Pablo ahí arriba.
La Coca daba la mejor leche de Toro. La mejor del mundo
entero.
Cuando Mamá ordeñaba a La Coca, Amado era feliz entre sus
dos mamás, la de verdad y La Coca, que también era de verdad, claro.
Amado pasaba bajo la tripa suave de La Coca y abría la
boca bajo las ubres que su Mamá ordeñaba para que le dirigiese a su boquita un
chorro de leche calentita y tan rica como la que mamaba cuando era un bebé.
La Coca ni se movía. Sólo giraba la cabeza para ver al
niño, que para ella era su ternero.
Amadola acariciaba el enorme cuello desde abajo y ella,
como si supiese que su leche era para él, mugía contenta.
¡Qué leche daba La Coca!
Al hervirla, se acumulaba una capa gruesa de nata, que se
recogía y que Amado comía muy azucarada.
(Para no olvidarse de La Coca, Amado seguiría desayunando
leche toda su vida, leche entera le llaman, pero ya ni siquiera hace nata,
menuda entereza es esa)
-¿Qué pasa, Mamá, qué pasa?
Amado estaba despertándose, como cada mañana, para ir al
colegio, su madre sentada en la cama, le ayudaba a vestirse mientras le cantaba
una canción
Despierta, mi bien, despierta
mira que ya amaneció
ya los pajarillos cantan
la luna ya se metió!
pero por la ventana llegaba un rumor de voces y Mamá se
asomaba a ella
-La Coca, Amado. La Coca, que está malita
El tiempo se detuvo, el mundo dejó de girar, el niño de
respirar.
Salta de la cama y se encarama a la ventana. Allá en el
camino hay hombres, uno es papá. El otro lleva una bata blanca.
Esta muy malita La Coca, Amado. Ahora va a mirarla el
veterinario
-¡Coca, Coca!¡vaquita!
El niño no sabe que está llorando, que de sus ojos manan dos
fuentes, es la primera vez que llora de pena por alguien. Nunca llorará con
tanta pena.
Amado no se moverá de la ventana hasta que no se vaya el hombre
de blanco, dos horas después.
Su madre lo dejó estar después de vestirlo, él ni bajó a
desayunar, se le atragantaría la leche, si no se curaba, ya no daría más leche.
¡¡¡Pero La Coca se curó, y volvió a dar más leche!!!
Como toda la familia la quería tanto y ella era tan buena y tan
fuerte, desde entonces La Coca ayudaba a El Tenorio con las tareas de la finca:
tiraba del trillo cuando el burrito estaba llevando a los niños al colegio, o
llevaba el carro...
Lo mejor era cuando había que ir a buscar a las demás vacas al
prado: Amado la ponía el cencerro, porque ya tenía 4 años y sabía hacerlo él
solo, y se montaba encima de ella, que se quedaba quieta para que no se cayese
al suelo, pero tan quieta que no daba ni un paso, como si fuese una montaña
viva.
Después echaba a andar despacio, muy despacito, como un manso caballito,
Mirad: ahora Amado se pone de pié sobre el ancho lomo de la vaca
y levanta los brazos gritando ¡VIVA LA COCA! y cantando la canción:
Un cencerro le he comprado,
Y a mi vaca le ha gustado,
Se pasea por el prado,
Mata moscas con el rabo
Tolón, tolón Tolón, tolón
Y a mi vaca le ha gustado,
Se pasea por el prado,
Mata moscas con el rabo
Tolón, tolón Tolón, tolón
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