El León no es un león. Es un perro que
se llama León. Es el perro de Amado. Pero es grande como un León, de raza
pastor alemán, con el cuello fuerte y de pelo largo de color marrón casi
amarillo, Amado lo ve realmente como un león. Es que, claro, Amado sólo tiene 4
años, como Gustavo y como Nënu, León le parece aún más grande de lo que es. Que
lo es incluso para un hombre grande: León es un perrazo.
Mirad, ahí está Amado jugando con el
León (antes ponían “el” delante del nombre, costumbres antiguas), porque es el
perro más manso del mundo con la familia, y con Amado, además, es el más
paciente: le consiente que lo monte como a un caballo, que juegue con su cola
(y esto no lo suele tolerar ningún perro), que se le cuelgue del pescuezo como
si fuese la rama de un árbol y hasta que le agarre de las orejotas, que siempre
estan apuntando para arriba, pendientes de todo...
De repente, el León se levanta de un salto, Amado casi se cae de
culo, porque estaba “tocando el tambor” de la barriga del León. ¿Qué pasa, qué
sucede, qué alarma al fiel animal?
El instinto del León es guardián,
protector, vigilante, enseguida avisa si anda alguien por las cercanías de la
finca, ladra fuerte si alguien entra y como en la finca siempre entra y sale
gente para trabajar, el León se pasa casi todo el tiempo encadenado, el pobre.
Cuando termina la jornada laboral y los trabajadores se van,
anda suelto y corre con Amado de un lado para otro.
Digo que si entra alguien, ladra fuerte, sí, pero no hace ademán
de atacar, se contenta con ladrar, como avisando a los de la casa y advirtiendo
a quien entrada.
Pero hoy
todavía no lo habían soltado de la cadena, porque que senespera una visita: un
amigo de la casa, un Guardia Civil que vendrá a jugar la partida al Tute.
Algunas veces, Amado mira el juego. Al
Guardia le gustaba gritar a su pareja, el hermano mayor de Amado, en el juego “¡canta, zurrón, o te pego un
coscorrón!”. Es un guardia muy simpático.
Pero hoy va a llevarse un buen susto.
El ya contaba con que el León ladrase, como siempre. Pero lo que no sabía es
que en este preciso momento está Amado, el peque de la casa, jugando con el
León.
Y el niño es para el perro un tesoro,
como su propio hijo, vamos, tanto le quería.
Cuando apareció por el portal el Guardia, con el fusil al
hombro, que al León le parece un palo, piensa que Amado está en peligro, no es
suficiente con ladrar, había que entrar en acción.
Se lanza como un verdadero león hacia
el Guardia, que se detiene como una estatua a distancia prudencial, pero al
León no le parece suficiente.
Así nos lo explica Amado
“ Como él sabía que esos palos
podían dañar a distancia, que había visto a Papá de caza, y como al Guardia Civil
no se le ocurrió más que bajar el fusil del hombro y estirarlo, como para
protegerse, como si fuese un palo nada más, porque veía que tiraba con tanta
fuerza el León que temía que la cadena no resistiese, y fue pero, porque entonces
el León más fuerte ladraba y más fuerte tiraba de la cadena, y miraba para mi
como diciéndome “corre, escápate, vete adentro, que pasar, por aquí no pasa.í”.
Pero yo estaba también petrificado, sin saber qué hacer,
esperando que saliesen mis padres.
Otra tontería que hizo el guardia fue
intentar pasar entre el perro y la pared, como apartándolo con el fusil, y lo
casi lo consigue y como el perro se dio cuenta de que no podría cerrar el paso
completamente al “hombre del palo”, y de
que iba a pasar justamente por donde estaba yo, dió los tirones más grandes de
que era capaz y ¡trás! rompió la cadena y saltó como un verdadero y feroz león
salvaje sobre el guardia civil, que, presa del pánico, no cayó al suelo porque
dió su espalda contra un árbol que allí había, y paró al león con la punta del
fusil, que no quería disparar y que tampoco podría, porque no lo tenía cargado.
Así que sólo podía usarlo como un palo, poca cosa para tan gran y fiero
animal..
Yo temblaba también de pánico, y el
León pensaría que era por miedo al guardia. Pero pudo más su instinto de Perro
Pastor que su herencia de lobo (porque ya sabéis que todos los perros
descienden del lobo), así que se portó como debía: inmovilizó al hombre contra
el árbol, gruñendo y ladrando fuerte y mostrando sus dientes, capaces de partir
el hueso más grueso y, para demostrarlo, agarró el fusil y no lo soltó, seguro
de que así no podría hacer daño a distancia, como él sabía que esos palos
podían hacer.
Y por fin fui yo capaz de gritar, que
no de moverme:
- “¡Mamá, Papá,
que el León se quiere comer al guardia!” y así un y otra vez, que el hombre no
era capaz de moverse ni de decir una palabra, agarrado al fusil que el perro
sujetaba por la otra punta, sin atreverse a soltarlo por no quedar desarmado,
ni a intentar quitárselo de la boca, por no dejarle la boca libre.
Pasaron unos segundos eternos, pero no
infinitos, porque al fin apareció mi Mamá por la puerta, que corrió a sujetar
al León por el collar, y el guardia, con el cañón del fusil doblado como un
arco, se fue apartando como un gato del fuego.
Y el resultado de aquélla aventura
quijotesca fue bueno para el León, porque a partir de entonces, en vez de
atarlo a una cadena, simplemente lo metían en la enorme nave en que teníamos
las máquinas y los aperos de trabajo, donde además estaba el Tenorio.
Desde allí también avisaba, y lo pasábamos pipa los tres (el
burrito, el perro y yo).
También estaba la Coca en la cuadra,
lo que pasa es que La Coca, la mejor vaca lechera del mundo, no era juguetona,
era muy seria y responsable, y estaba siempre rumiando o tumbada en el suelo.
Mi hermana, que era como Irene, dos años mayor, siempre estaba acariciando a la
Coca y frotándola con un cepillo.”
El próximo día,
os contaré otro cuento-que-no-es-un-cuento,
el de la Coca.
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